No se refiere sólo a personas que tienen niveles desiguales de instrucción,
sino especialmente a sus diversos modos de pensar, de vivir y que poseen
costumbres distintas. En esos casos, la comunicación es limitada desde el inicio.
Pensemos, por ejemplo, en la Argentina, donde hay comunidades de inmigrantes
que poseen entre sí notables diferencias culturales. Un boliviano se juntará espontáneamente
con un compañero de la misma nacionalidad, y no irá a una comunidad coreana, porque
que allí supone que hallaría discrepancias culturales que le dificultarían
mucho la comunicación. Y si miramos en nuestros propios hogares, nos damos
cuenta de que a menudo la falta de diálogo entre padres e hijos se debe a unodo
diferente de pensar y de sentir que tienen unos y otros. Es esa “diferencia
cultural” la que obstaculiza la comunicación.
Ante esta situación, hay personas
que asumen una actitud de intolerancia e incluso de racismo. Pero eso separa
todavía más a la gente y produce más incomunicación. ¿Cómo enfrentar entonces
la diferencia cultural? Al menos podemos recordar dos cosas:
- Existe cierta tendencia a desconfiar de las personas que desconocemos. Pero si conociéramos mejor la vida y las costumbres de otras culturas, evitaríamos ejercer juicios de valor sobre ellas. El respeto es indispensable aquí.
- Cuando dialogamos con personas que piensan diferente, también puede enriquecerse, o al menos aprender a ser tolerante. Todo ser humano tiene algo para enseñarnos.
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